Hermanos no es ESA serie

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Los fallos de ambientación (que los hay) del primer episodio de 'Hermanos' son lo de menos. Lo importante es que la serie, aunque poco, sí ofrece algo de novedad en el cada vez menos reseco paisaje de la ficción televisiva española. Poco, pero algo. Seis episodios y un arco argumental ambicioso son motivos suficientes para darle una oportunidad a la serie que ayer estrenó Telecinco (para intentar rematar a 'Vivo Cantando', mucho más "blanca", en Antena 3, todo sea dicho).

Sin embargo, en los primeros minutos de este primer capítulo (el único que me han dejado ver) volvemos a enfrentarnos con uno de los peores cánceres de la televisión española actual: actores jóvenes y guapos pero muy mediocres impuestos por encima de grandes intérpretes maduros que están casi de adorno. Igual que ocurría en 'Gran Hotel' y ocurre en 'Velvet', los protagonistas de 'Hermanos' son actores muy limitados, con lo que la mezcla de 'Cuéntame', 'Los Soñadores' (perdón por la herejía) y 'La Mejor Juventud' (perdón por la herejía 2) queda coja desde el principio. Mientras tanto, Elvira Mínguez vuelve a repetir papel de señora agria y resignada y Carlos Hipólito parece estar parodiándose a sí mismo. Se supone que Álvaro Cervantes, Antonio Velázquez y María Valverde se son, de su quinta, de los menos malos, pero esa suposición igual también es un lugar común fomentado por sus agentes y clientes. Para empezar, creo que seguimos pensando que la señorita Valverde sigue siendo aquella niña morbosa de 'La Flaqueza del Bolchevique' y no: han pasado más de diez años (y más de diez películas y series malas) desde entonces. Los otros dos, los chicos, constan menos, lo cual, visto lo visto, es casi mejor. 




A cambio, que la serie vaya a pegar importantes saltos temporales hacia adelante, cubriendo un par de décadas de historia real, sí me resulta atractivo. O que en los capítulos siguientes actores tan magnéticos como Roberto Álamo o Aura Garrido eviten que tenga que ver demasiado tiempo las penosas actuaciones del trío (La La La) protagonista.


Tampoco me ha hecho demasiado gracia que en el primer episodio las tramas huyan (casi diría "avergonzadamente") del costumbrismo de la España real de los años 80 para volverse francamente rocambolescas. ¿Una chica de la movida, un boxeador problemático y una versión cutre del Pip de 'Grandes Esperanzas'? ¿No habría sido más fácil hacer como hizo 'Cuéntame' en sus inicios y bajar un poco el tono, creando personajes e historias más reconocibles?


Es cierto que no hay nada menos fotogénico que la vida real. La cotidianeidad de hule y estropajo no es televisiva. Pero rechazar de pleno los referentes cercanos es, y más para una serie española, arriesgado. Y las series españolas todavía no son suficientemente sofisticadas como para asumir esos riesgos. Porque, seamos serios, un conato de trío (sessuarl) en una piscina mientras suena 'La Revolución Sexual' de La Casa Azul es tan novedoso como Bertín Osborne actuando en un casino de comarca olivarera. Y "he quedado para ver unas performances" es una línea de guión que sólo se la admitimos a Fabio McNamara o a Mar Segura.


¿Le pido demasiado a 'Hermanos'? ¿Debería decir eso de "es lo que es" y zanjarlo con un "para ser española está bastante bien"? Posiblemente. Pero me niego. Quiero creer que la televisión española está preparada para dar pasos adelante más serios. Como el espectador español también está preparado para relacionarse con series que no le expliquen las cosas como si tuviese doce años. Si 'Hermanos' no fuese española, no habría perdido ni un minuto de mi tiempo con ella. Si lo he hecho es porque tenía esperanzas de que aportase un poco más. Aunque no lo parezca, en el fondo soy un optimista: siempre creo que la próxima serie española en estrenarse será la que por fin haga avanzar esto un poco. ¿Es 'Hermanos' esa serie? Me da a mí que no.



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